Estambul recupera su legado modernista y cosmopolita
CIUDAD. Una decena de edificios están en plena restauración para convertirse en espacios públicos, que acogerán diversas actividades en la urbe turca.
Con sus murallas bizantinas de 1.500 años de antigüedad y mezquitas otomanas de medio milenio, Estambul es una ciudad llena de historia, pero mucho menos conocido es su legado arquitectónico cosmopolita de finales del siglo XIX e inicios del XX, que la municipalidad se propone ahora recuperar.
Una decena de edificios están en plena restauración para convertirse en espacios públicos, que acogerán exposiciones, encuentros y actividades culturales permanentes y que mostrarán el estilo de la época.
Un buen ejemplo es el 'Metrohan', un edificio administrativo construido por encima de la cabecera de Tünel, un funicular inaugurado en 1875 y segundo subterráneo más antiguo del mundo.
El edificio de varias plantas, construido en 1914, es un laberinto de despachos en los que la cuidadosa labor de restauración permite ver las numerosas capas de pintura en paredes y puertas que a lo largo de un siglo han cambiado el aspecto del interior.
A un centenar de metros, en la céntrica avenida Istiklal está la modernista Casa Botter, construida en 1900 como primer edificio de departamentos modernos por el arquitecto italiano Raimondo d'Aronco para el sastre holandés Jean Botter, modista de la corte otomana.
En este edificio, de cuya azotea se tiene una vista panorámica de toda Estambul, se encuentra el segundo ascensor más antiguo de la ciudad, de momento en restauración.
El estudio de Botter, de enorme altura, estaba en los bajos de la casa y el espacio volverá a acoger talleres de diseño, explica en una visita el director de la oficina cultural municipal de Estambul, Ozan Sakar.
En el mismo barrio antes conocido como Galata está St. Pierre, un monasterio francés dominicano erigido en 1770, luego primera sede del Banco Otomano y actualmente en un estado casi ruinoso.
Entre escombros, sacos de cemento y andamios, una docena de jóvenes con el chaleco reflectante de la municipalidad raspan milímetro a milímetro la superficie de las paredes para documentar y preservar los siglos de historia que se ocultan bajo las capas de yeso.
A unos 500 metros, en la orilla del Cuerno de Oro, está lo que según Sakar es el astillero más antiguo del mundo aún en activo: el Halic Tersane, establecido en 1455.
Aquí aún se reparan los ferris municipales, y si el anterior gobierno municipal ya pretendía cerrar las instalaciones, Sakan insiste en que mantendrán su actividad, aunque gran parte del espacio, incluido un edificio industrial de dos plantas, se adaptará para servir a fines culturales o de investigación.
La idea es, explica, mantener vivo el legado técnico de la ciudad en una especie de museo interactivo, a la vez documento histórico y lugar de transmisión del saber artesano.
Al otro lado del Cuerno se extiende un edificio bajo de cientos de metros cuadrados en ladrillo a la vista, que también será un centro de exposiciones: la antigua fábrica del fez, el típico gorro rojo de los funcionarios otomanos, reconstruida en 1950 con una estructura de hierro forjado traída desde Bélgica.
También en la parte asiática hay pequeñas joyas: un embarcadero otomano, que ahora sirve de biblioteca pública y, más al interior de la ciudad, un depósito de gas construido en 1892 y ahora convertido en sala de exposiciones circular.