¡Hum! Para ser sinceros, ¡no! La sensación de seguridad de pe a pa ha ido de más a menos. Está claro, seguridad es una sensación de total confianza que se tiene de algo o alguien, nos lo dicen. Es una apreciación subjetiva. Lo que es seguridad para uno, quizás no sea tanta para otro. Asimismo, se dice de seguridad que es ausencia de riesgo o peligro. En este caso, adquiere un carácter de materialidad, se percibe más objetiva.
Aun así, se trate de la materialidad a la subjetividad o de la subjetividad a la materialidad, no nos sentimos seguros. Y muestras de esta apreciación son evidentes día a día, jornada tras jornada, el drama no es de un día específico (antes los temibles viernes) o de horas específicas (cerca de la medianoche), ya es 24/7, sin descanso (literalmente no se puede descansar, no hay espacio para descuido).
Las alarmas, los dispositivos de variado tipo y en diferentes escenarios abundan. Las medidas de seguridad se multiplican. Ya no es solo una buena chapa o un cerco, cada vez más alto, este ya ha de ser imponente, grosero, casi intimidante, aun así, basta un portonazo, literalmente. Las cámaras propias, las cámaras comunitarias, las de vigilancia de seguridad ciudadana, los pitos, las chicharras, todo eso y más, son insuficientes. Esto, en la ciudad, en los medios urbanos.
Y, ojo, que la desconfianza se ha extendido a los medios rurales, allí, donde no había cerco, ahora hay, allí donde no había chapa en la puerta, ahora hay; las mascotas han de ladrar, siquiera a modo de alerta.
Y, también, lejos de los pueblos o ciudades de igual manera sabemos de intimidaciones, asaltos, hurtos, incendios, ataques, amedrentamientos.
En resumen, seguridad y confianza, en pugna; libertad y seguridad, en conflicto. Todo es zozobra, inquietud, preocupación, nerviosismo, tensión, incluso.
Aun así, la confianza vive, existe, la animamos; no obstante, los índices de confianza han mermado, cada vez más falta su concurrencia. Por ende, la libertad plena se experimenta menos, cualquier decisión, cualquier empeño en tenerla, gozarla, debe tener en cuenta variables antes impensadas. Hora, lugar, quién, con quiénes, cómo,…
Fe. La fe también se anima, se sostiene, se apuntala, sin embargo, son menos, muchos menos hoy quienes la cultivan, la avivan. Vivificarla ayuda, ayudaría en circunstancias de desasosiego, de intranquilidad, pero cada vez se anima menos. Y es que en estos casos, oponerla a muestras de fuerza, de violencia, es utilizar armas blandas.
La seguridad se viste de muchas maneras, estar seguros tiene muchas formas de presentación, empero cuidarla, implica denuedo, temple, coraje, propósito, atención, prudencia, y no solo de parte de uno, de unos, sino de todos.
La educación asoma una y mil veces como el antídoto, la cura, solo que a muchos años plazo. Es preciso reeducarnos.
¿Comencemos por casa?