"Podemos privarnos de muchas cosas, pero a la hora de sentirnos mejor, siempre volvemos al arte"
Desde niño Luis Núñez San Marín se acercó al dibujo y la pintura como una forma de expresar sus emociones, aunque jamás pudo estudiar arte formalmente en una universidad.
"En ese tiempo debía trabajar para aportar a mi familia y entrar a la universidad nunca fue una opción. Me hubiera encantado estudiar la carrera, pero no se podía y tuve que elegir la auto formación, tomando cursos cada vez que he podido, leyendo mucho de los grandes maestros", explica.
Pero nada de eso lo detuvo, y hoy este chuquicamatino es uno de los principales artistas plásticos de la región, autor de obras que adornan importantes espacios de Antofagasta y otras comunas del país.
¿Cómo nace este interés por los murales?
-En realidad me plantearon un desafío y lo acepté. La idea original nace desde la Corporación Proa y yo sentí que tenía un inmenso lienzo a mi disposición, en un sector que jamás fue muy valorado por la comunidad, como el cierre exterior del puerto. Recordemos que antes del mall ese espacio era una especie de callejón oscuro que no aportaba mucho al entorno. Fue un trabajo muy arduo y lleno de aprendizajes que se ganó un espacio muy importante en mi corazón.
El muralismo es un lenguaje masivo, que queda a disposición de la gente y conecta a las personas en una dimensión que pocas veces se aprovecha al cien por ciento.
¿Son obras que duran un tiempo, cómo asumes que tus creaciones son efímeras y expuestas incluso a la intolerancia de alguien que no las comparta?
-Reconozco que cada trabajo es como un hijo y obviamente forma parte de mí, de mi historia, de mi entrega. Cada creador pone todo de sí para que esas obras permanezcan, tal como grandes murales en distintas partes del mundo e incluso lugares icónicos del país. Siento que depende mucho de la voluntad de quienes preservan o deberían preservar, el capital cultural de cada lugar. Existen situaciones en que definitivamente se debe ceder y avanzar, debido a un sinfín de circunstancias, pero no es fácil.
También creo que existen códigos de respeto hacia las obras de otros artistas, incluso si no son de gusto masivo. Todo trabajo tiene un sentido y es importante aprender a encontrarlo, ponerlo en valor y cuidarlo.
¿Cuál es tu mejor obra hasta el momento, la más querida?
-Tengo muchas obras queridas. La pintura de taller es mi primer amor y últimamente he pintado unas obras de formato extra grande que me han fascinado. Dentro de los murales, todos representan un momento especial, una situación artística y personal que espero se vea reflejada en cada trazo. La Casa Gibbs, Palacio Patiño, Teatro Municipal, los realizados en Toconao, María Elena, Calama... el desaparecido mural del Barrio Lastarria y el recientemente inaugurado en la comuna de Independencia. Son espacios creados para que los espectadores salgan un momento de la rutina y se dejen llevar por el arte.
¿Cómo estás asumiendo en lo personal esto de la pandemia de coronavirus?
-Con mucha responsabilidad. Estaba desarrollando un nuevo proyecto fuera de la ciudad y apenas comenzaron los contagios a nivel masivo, en la primera quincena de marzo, volví a mi casa y no he salido más. En lo emocional, no me ha complicado tanto porque mi trabajo es solitario y estoy acostumbrado a desarrollarme dentro de casa. Me he enfocado en mantenerme ocupado en diferentes tareas que tenía pendientes.
En lo profesional, no es fácil ser creativo cuando uno sabe que los colegas artistas están pasando un momento muy dramático. Son más de seis meses en que se detuvieron los eventos masivos, los talleres y en general, los proyectos de los que los artistas dependen.
¿Crees que se han tomado las medidas necesarias para los trabajadores culturales?
-Lamentablemente no. Y es que yo entiendo que las necesidades son infinitas y no así los recursos, pero hay beneficios que están fuera del alcance de los artistas porque nuestros ingresos son altamente variables y la mayoría funciona fuera del sistema tradicional. Muchos artistas dan una boleta de honorarios cada tres meses, porque el trabajo es así y ya las autoridades debieran tenerlo claro. Hay mucha informalidad porque para quienes vivimos del arte es un tema complejo y lejano. Muchas veces necesitamos asesorías y acompañamientos, algo que no hemos tenido y por eso se hace tan injusto ver que hay que postular para pedir ayuda. ¡No se puede competir por ayuda!
¿Habrá algún mensaje que entregar desde la pintura y el arte cuando la epidemia pase?
-El arte es como cultivar el alma. Hemos aprendido que podemos privarnos de muchas cosas, pero a la hora de sentirnos mejor, siempre hay una canción, una película, una exposición aunque sea virtual y hasta una obra de tejido para despegarnos de la realidad.
Podemos lograr que los niños y niñas se comuniquen a través del arte, que liberen su imaginación y con ello se deshagan de esta carga emocional tan pesada que estamos viviendo hoy como humanidad.
¿Cómo imaginas el mundo post pandemia?
-Espero que aprendamos. Que recordemos todo lo que hemos visto en estos días de encierro: la precariedad, la fragilidad, el desequilibrio. Sueño que de verdad seamos más generosos, en todo el sentido de la palabra, no solo compartiendo lo que tenemos sino también respetando al otro, consumiendo solo lo que necesitamos, entregando nuestro tiempo y disfrutando de nuestra gente.
"Espero que aprendamos. Que recordemos todo lo que hemos visto en estos días de encierro: la precariedad, la fragilidad, el desequilibrio. Sueño que de verdad seamos más generosos, en todo el sentido de la palabra".