Discursos y desafíos para un Chile mejor
En tierra derecha de la carrera presidencial, se espera quelas diferencias que puedan existir entre los programas de gobierno en disputa no polarice al país. Invitar y no segregar, porque si no ocurre ello se transitará por un camino de ataques, incomprensiones que solo generarán heridas difíciles de restañar.
La posibilidad que ninguno de los candidatos presidenciales gane en primera vuelta es cierta al igual de quienes serán los que pasarán al balotaje. Salvo situaciones controversiales de último minuto, resurgimientos inesperados o que las encuestas conocidas estén del todo erradas, quienes llegarán a esa instancia son Gabriel Boric de Apruebo Dignidad y José Antonio Kast del partido Republicano.
Son programas muy distintos y sus proyectos de país difieren en el sentido de cómo llegar al bien común. Y, en ambos casos, se instalan temores que los postulantes y sus asesores se encargan de disipar en los debates y entrevistas en las que participan.
Aunque ambos tratan de definirse sin utilizar el término extremo, analistas los catalogan en los límites del espectro político por derecha e izquierda y detallan los puntos que les otorgan esa condición.
Y aquí se instala un segundo temor y que viene de la mano de sus agendas programáticas. Se define una polarización que puede ser perjudicial para el debate y para las aspiraciones del país.
Así como el "Chilezuela" se instaló en la elección presidencial pasada hoy vemos como pasamos de una "argentinización peronista" al autoritarismo tipo Bolsonaro o Trump. Esas definiciones son las que crean la incertidumbre y que se reflejan en gran parte del electorado.
Los polos suelen ser definitivos, sin ambigüedades y con poca tolerancia a ideas que no sean las que surgen en el seno de su propio sector.
Mesura, explicación y apertura serían los mejores aliados de quienes hoy marcan las más altas adhesiones. Invitar y no segregar, porque si no ocurre ello se transitará por un camino de ataques, incomprensiones que solo generarán heridas difíciles de restañar.
Chile no puede repetir capítulos nefastos de su historia, todo lo contrario se debe aprender de ellos y hacerlos carne para construir y no destruir.
No significa dejar la consecuencia, la que siempre será aplaudida, pero no apostar al divisionismo o al odio que están lejos de conformar el círculo virtuoso que requiere nuestro país.